Sobre la trilogía de El Hobbit
Fecha estelar: -307088.2
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Tal como ya ocurrió con la trilogía de ESDLA, Peter Jackson ha planteado su versión de El Hobbit con tres películas estrenadas en cine, y con sendas versiones extendidas estrenadas cada una un año después de sus correspondientes cinematográficas. Si en el caso de El Señor de los Anillos las versiones extendidas mejoraban notablemente las versiones de cine, de hecho, para mí, no existen otras películas de ESDLA que no sean las extendidas, en el caso de El Hobbit lo aportado en las versiones extendidas no es sea nada del otro mundo en la primera película, algo mejor en la segunda y claramente favorable en la tercera. Y eso que solo se han añadido unos 20 minutos más de metraje, pero que permiten mejorar bastante el resultado final de La batalla de los cinco ejércitos.
No obstante, al igual que en ESDLA, finalizada la trilogía, hay que reseñarla como un todo. No hay tres películas de El Hobbit, hay una película de cerca de nueve horas. Vista así, gran parte de los “peros” desaparecen y nos queda un producto notable sobre todo por la gran labor de producción y visualización de la Tierra Media.
Pero es evidente que al lado de ESDLA la trilogía de El Hobbit pierde. Dos son los motivos principales. El primero, la tendencia de Peter Jackson a rizar el rizo en la acción, que le está llevando a abusar del CGI. Esto no es algo nuevo en Peter Jackson, no hay más que recordar la interminable estampida de dinosaurios en King Kong (2005). Pero, por mucho esfuerzo que se haga con el CGI, por muy bien que quede (aquí hay cosas tan buenas como un dragón o un Gollum, y cosas tan malas como un super-Legolas a lo Mario-Bros) te queda la sensación final de artificiosidad. En ESDLA no ocurre esto, y también tiene mucho CGI, pero hace 14 años todavía había que pensar, recurrir a trucos y efectos tradicionales, recurrir a lo físicamente real para conjuntarlo y crear un producto que no está envejeciendo mal. Ya veremos cómo envejece esta trilogía. La utilización de lo real es especialmente relevante con el paisaje de Nueva Zelanda, primordial para ESDLA, que en El Hobbit pasa bastante desapercibido.
El segundo motivo es el texto de partida. Es evidente que la propia historia contada en El Hobbit, publicado como un cuento infantil, no tiene el desarrollo y la profundidad de El Señor de los Anillos. Poco tuvo Peter Jackson que inventar en ESDLA, todo estaba ya muy bien escrito. Y hay que agradecerle el respeto que tuvo con la grandísima historia creada por J. R. R. Tolkien al no mancillarla con demasiados cambios. En El Hobbit Jackson tampoco es que realice muchos cambios respecto de la historia original, lo vuelve más adulto y le añade historias. La que mejor queda, Dol Guldur, ya estaba escrita por el profesor Tolkien en otros textos. La que no cuela es la que inventa con pretensiones “cinematográficas-recaudatorias” que es la historia de la elfa y el enano.
Cualquiera podría pensar, tras lo expuesto hasta ahora, que la trilogía de El Hobbit me resulta fallida. Nada más lejos de la realidad. No soy un fanático-purista de la obra de Tolkien, sé separar lo que el profesor cuenta en sus libros, que para mí son lo primero, de la visión de un cineasta que, entiendo, trata de dar su versión de estas historias. Soy lector muy recurrente de las historias de Tolkien, pero también sé ver que, de casi todas ellas, El Hobbit es demasiado infantil y veo que Jackson ha intentado aunar la historia de una forma coherente con su trilogía anterior del ESDLA. Me da igual lo larga que pueda quedar, me está mostrando un mundo, la Tierra Media, en el que siempre he querido estar.
Uno ya va siendo demasiado viejo como para tomar el libro de El Hobbit y considerarlo al mismo nivel que la historia de los hijos de Húrin, otras historias de El Silmarillion o ESDLA. Más que nada porque en sus propios orígenes las pretensiones de El Hobbit eran muy diferentes a las del resto de obras de Tolkien. Por eso agradezco a Jackson su adaptación, su intento de “volver más adulto” El Hobbit. También hay que comprender que tiene que jugar con este intento y con el de llegar a la mayor parte del público posible porque, en realidad, esto es un negocio. Por mi parte no me cuesta trabajo reconocer que prefiero esta visión fílmica de El Hobbit, más coherente con la historia que quiero tener en mi cabeza, más coherente con la edad que uno lleva hoyando en este mundo. Y la prefiero porque antes de estas películas, en ámbito del cine, no había nada que fuera simplemente destacable. Lo que venga después, ya veremos.
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Recuerda, amigo lector, que estas reseñas están basadas única y exclusivamente en mi opinión y gusto personal que puede, o no, coincidir con la del resto de los mortales.
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No obstante, al igual que en ESDLA, finalizada la trilogía, hay que reseñarla como un todo. No hay tres películas de El Hobbit, hay una película de cerca de nueve horas. Vista así, gran parte de los “peros” desaparecen y nos queda un producto notable sobre todo por la gran labor de producción y visualización de la Tierra Media.
Pero es evidente que al lado de ESDLA la trilogía de El Hobbit pierde. Dos son los motivos principales. El primero, la tendencia de Peter Jackson a rizar el rizo en la acción, que le está llevando a abusar del CGI. Esto no es algo nuevo en Peter Jackson, no hay más que recordar la interminable estampida de dinosaurios en King Kong (2005). Pero, por mucho esfuerzo que se haga con el CGI, por muy bien que quede (aquí hay cosas tan buenas como un dragón o un Gollum, y cosas tan malas como un super-Legolas a lo Mario-Bros) te queda la sensación final de artificiosidad. En ESDLA no ocurre esto, y también tiene mucho CGI, pero hace 14 años todavía había que pensar, recurrir a trucos y efectos tradicionales, recurrir a lo físicamente real para conjuntarlo y crear un producto que no está envejeciendo mal. Ya veremos cómo envejece esta trilogía. La utilización de lo real es especialmente relevante con el paisaje de Nueva Zelanda, primordial para ESDLA, que en El Hobbit pasa bastante desapercibido.
El segundo motivo es el texto de partida. Es evidente que la propia historia contada en El Hobbit, publicado como un cuento infantil, no tiene el desarrollo y la profundidad de El Señor de los Anillos. Poco tuvo Peter Jackson que inventar en ESDLA, todo estaba ya muy bien escrito. Y hay que agradecerle el respeto que tuvo con la grandísima historia creada por J. R. R. Tolkien al no mancillarla con demasiados cambios. En El Hobbit Jackson tampoco es que realice muchos cambios respecto de la historia original, lo vuelve más adulto y le añade historias. La que mejor queda, Dol Guldur, ya estaba escrita por el profesor Tolkien en otros textos. La que no cuela es la que inventa con pretensiones “cinematográficas-recaudatorias” que es la historia de la elfa y el enano.
Cualquiera podría pensar, tras lo expuesto hasta ahora, que la trilogía de El Hobbit me resulta fallida. Nada más lejos de la realidad. No soy un fanático-purista de la obra de Tolkien, sé separar lo que el profesor cuenta en sus libros, que para mí son lo primero, de la visión de un cineasta que, entiendo, trata de dar su versión de estas historias. Soy lector muy recurrente de las historias de Tolkien, pero también sé ver que, de casi todas ellas, El Hobbit es demasiado infantil y veo que Jackson ha intentado aunar la historia de una forma coherente con su trilogía anterior del ESDLA. Me da igual lo larga que pueda quedar, me está mostrando un mundo, la Tierra Media, en el que siempre he querido estar.
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Recuerda, amigo lector, que estas reseñas están basadas única y exclusivamente en mi opinión y gusto personal que puede, o no, coincidir con la del resto de los mortales.
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